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Ser el Pepito Grillo ante la Comisión Europea

  • Última actualización
    10 diciembre 2024 05:20

No es la primera vez ni será la última que en este Punto de Fuga hablamos de las repercusiones que está teniendo en la implementación de la Directiva del ETS. Ahora mismo, tiene poco sentido volver a recordar por enésima vez ese “ya lo advertimos” entonado en su momento por todo el sector marítimo y portuario no sólo español, sino de buena parte del sur de Europa. Tampoco tiene mucho sentido seguir hablando de la ceguera y cerrazón de la Dirección General del Clima de la Comisión Europea, organismo que pergeñó este sistema con un noble objetivo pero cuya ejecución está siendo muy lesiva. Y digo que no tiene mucho sentido porque, aunque estemos cargados de razones y argumentos, la DG Clima sigue empeñada, por el momento, en su idea inicial, y no parece que vaya a cambiarla.

Ahora mismo, el crecimiento de dos cifras que experimentan muchos puertos españoles y de la parte occidental del Mediterráneo es, en cierto modo, engañoso, tal y como han advertido no sólo directivos y representantes de importantes navieras, sino el propio ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente. Todavía no sabemos si el conflicto que vive el Mar Rojo se va a seguir extendiendo en el tiempo, aunque vista la situación actual de la zona, y visto sobre todo el desenlace de la guerra en Siria, podemos deducir que la creciente tensión que se vive en la región no disminuirá a lo largo de las próximas semanas. Mientras las grandes navieras actuales que operan las principales rutas marítimas Este-Oeste sigan tomando la ruta del Cabo de Buena Esperanza, los flujos de carga extra gestionados en los puertos del Mediterráneo Occidental seguirán al alza, una situación que está escondiendo lo que ya se ha constatado: que el ETS está provocando algo más que simples desvíos de escalas.

No sabemos si el conflicto que vive el Mar Rojo se va a seguir extendiendo en el tiempo, sobre todo tras el desenlace de la guerra en Siria

Así quedó patente la pasada semana en la reunión que los Ministros de Transportes mantuvieron en Bruselas. Un total de diez países, entre ellos España, están detrás de una Declaración que exige medidas correctoras inmediatas ante el impacto del ETS. En esencia, esta declaración demanda la revisión del sistema con carácter predictivo, incorporar herramientas que analicen la posibilidad real de desvíos de rutas o el aumento de tráfico en puertos no europeos, y aumentar la lista de los puertos a los que pueden ir a parar esos tráficos desviados. Y todo esto con una fecha tope: junio de 2025, un límite que no se pone a la ligera, sino que busca que esos efectos que comienzan a detectarse no sean inamovibles.

Podemos adelantar, casi sin miedo a equivocarnos, que esa petición no va a ser atendida a tiempo. Por un lado, porque dudo mucho que el conflicto en Oriente Medio se solucione en únicamente seis meses -aunque vista la abrupta resolución de la guerra en Siria, todo podía pasar-. Por otro, porque la actitud que la DG Clima ha tenido respecto a la posibilidad de establecer una moratoria o cambiar la Directiva del ETS ha sido la que es: negación total y una patada hacia adelante que nadie acaba de entender.

Los puertos vecinos del norte de África están creciendo a pasos agigantados, tanto en infraestructuras como en el desarrollo de algunas de sus terminales. Cada vez es más patente que el camión se está quedando con parte de la carga que debería ir en barco, lo que provoca que las emisiones en las carreteras europeas aumenten.

A mi modo de ver, no queda otra que ser prácticos. El paso dado la pasada semana por esos diez países es el camino a seguir. Al sector logístico no le queda otra que convertirse en el Pepito Grillo de la Comisión Europea.