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Sí, hermano, sí, también la piña con la que ligas

  • Última actualización
    04 septiembre 2024 09:50

Tenemos los grandes puertos españoles congestionados... Y no les añado más a este respecto porque se viene este viernes un más que excelente artículo de Aurelio Martínez al respecto en Diario del Puerto Plus.

Tenemos los grandes aeropuertos españoles también congestionados, habilitándose nuevas terminales y operadores para intentar digerir ese crecimiento de la red de Aena que hasta julio roza ni más ni menos que el 20%.

Tenemos igualmente las grandes estaciones ferroviarias de pasajeros del país también congestionadas y ahí tenemos al ministro Óscar Puente asfixiándose en la imposibilidad de gestionar el caos en las estaciones de Clara Campoamor o de Atocha con la sensación incluso (colmillo retorcido incluido) que los ataques a Ouigo más que un asunto de competencia desleal lo que buscan es limitar su crecimiento para no seguir reventando las costuras de la citada congestión.

Por si fuera poco, hemos vivido un verano de congestión dramática en los escenarios turísticos de mayor relevancia, donde empiezan a producirse situaciones irrespirables que nos van a obligar a ir al problema de raíz, en vez de buscar vergonzantes cabezas de turco.

Pues bien, si les soy sincero, de todas estas congestiones se está hablando muy poco, poco o de manera muy insuficiente.

Y es que a los españoles, en verdad, la única congestión que realmente nos preocupa en estos momentos es la del Mercadona.

Hordas inabarcables de curiosos, morbosos e incautos recorren como zombis desde hace días los pasillos de los mercadonas de España ante el reclamo viral de que de 7 a 8 de la tarde mujeres y hombres interpretan un surrealista cortejo en busca de pareja.

Es la piña el nuevo y ansiado tótem

Una humorista malagueña llamada Vivy Lin contó la película hace dos semanas en Tik Tok y en cuestión de horas papagayos, papagayas y papagayes de todo tipo y condición se lanzaron al repiqueteo febril de la movida con ese tonito y ese lenguaje del “cómo es posible que no tengas ni pajolera idea de lo que te estoy contando, pero menos mal que me tienes a mí, dios, diosa o diose de las redes sociales, para rescatarte de tu estulticia”, esa en la que España entera vivía hasta hace dos semanas por no saber que de 7 a 8 en el Mercadona se ligaba y esa de la que España entera ha sido rescatada porque ya sabemos que de 7 a 8 en el Mercadona se liga. Y lo sabemos, por cierto, porque nos lo han contado, no porque lo hayamos visto, ni lo hayan visto, ni lo hayamos o hayan experimentado, ni Vivy Lin, ni los papagayos, ni las hordas de españoles, españolas y españolos que recorren los pasillos de los embutidos en busca de algo que se dice, se habla se comenta y te juro que es verdad “porque a mí lo han contado”. Pero ya saben los viejos del lugar: mucha mermelada y mucho Ricky Martín.

Lo mejor de estas historias es siempre la minuciosidad, los detalles, sostén perfecto de la veracidad.

Y es que lo más descacharrante de ligar en el Mercadona es toda esa liturgia que lo posibilita, cuyo surrealismo es tan desbordante que alcanza el puro realismo. Resulta que entre las mil y una monsergas relatadas, hay consenso en que hay que ir a la sección de vinos, en que si te mola alguién hay que pegarle un buen meneo con el carro... Y lo más importante, para saber que estás disponible hay que coger una piña y plantarla en el carro dada la vuelta.

Son las piñas el nuevo y ansiado tótem, a las que a este paso, como pasa con las latas de berberechos, van a tener que poner alarmas electrónicas. Piñas, por cierto, importadas mayoritariamente de Costa Rica, por barco y también por avión. Y es que sí, hermano, sí, hasta para que tú ligues es fundamental el concurso de la logística.