Estados Unidos es un país admirable Por muchísimas razones. Pero también puede ser hostil. David Bowie puso letra y música al país de las barras y las estrellas en “This is not America”, donde hace una reflexión melancólica sobre su identidad y sus valores, mostrando su desencanto con el sueño americano con metáforas sobre la pérdida de la inocencia y la confrontación con la realidad, lejos de sus pretendidos ideales. En otra de sus canciones, “I’m Afraid Of Americans” (“I’m afraid of Americans, I’m afraid of the world, I’m afraid I can’t help it), expresa su temor hacia el imperialismo cultural y político de Estados Unidos, haciendo de la repetición de “God is an American” una llamada de alerta sobre su posición de poder, cuasi divina, en el mundo.
Fue paradójicamente en Nueva York donde David Bowie, londinense de Brixton, falleció en 2016, un 10 de enero, 375 días antes de que Donald Trump jurara su cargo como presidente en su primer mandato. Starman, Ziggy Stardust, el Camaleón, el Duque Blanco... todos ellos un mismo Bowie, se ahorraron el mal trago de sufrir el retorno de este Trump desatado.
Estados Unidos sigue siendo un país admirable en este 2025, a pesar de Trump, de quien afortunadamente no nos acordaremos en unos pocos años. Sin embargo, hay cosas de los iuesei (con licencia de Springsteen), que también nos irritan a este otro lado del Atlántico. No sólo es su cultura de las armas y la violencia (hay 120 armas de fuego por cada 100 estadounidenses) o la carencia de un sistema de salud universal, lo que nos diferencia tanto a estadounidenses de europeos, por citar dos ejemplos de importante alcance.
Con Trump, el comercio exterior retrocederá décadas, pero con IA y más digital que nunca
Por superficiales que sean, hay otros aspectos que también nos irritan, como, por ejemplo, su manía de llamar “soccer” al fútbol, reservando el término “football” a un deporte jugado con las manos y apropiándose indebidamente así de un bien inmaterial de la humanidad. O su sistema de propinas, que por mucho que tenga sus raíces en la cultura de la hospitalidad y el servicio, no deja de ser una forma de precariedad laboral y de coerción al cliente.
Precisamente en el “Día de la Liberación”, como bautizó Trump la jornada del pasado miércoles, el presidente de Estados Unidos anunció la imposición de unos aranceles, entre otros, del 20% para todos los productos procedentes de la Unión Europea. Resulta curiosa la coincidencia de que, en EE.UU., al pagar en un restaurante o en una taxi, haya que abonar alrededor de una quinta parte adicional a la factura, un 20%, como si fuese el pago de un arancel por el servicio recibido.
No sé mucho de comercio exterior, aranceles o impuestos. Más bien poco. Pero pareciera que en este nuevo orden mundial que pretende instaurar con el pretexto de ejercer un mandato divino legitimado por las urnas, Trump disfrute extendiendo el sistema de propinas estadounidense a todos los clientes que forman parte de este gran restaurante llamado comercio mundial y del que él se erige en su amo y señor.
El aumento en la carga de trabajo en las aduanas de todo el mundo para interpretar y aplicar los nuevos aranceles o las medidas de respuesta en caso de guerras comerciales va a ser ingente. Aduanas, AEAT, representantes aduaneros, transitarios, empresas... tienen ante sí un reto mayúsculo y necesitan contar con personal con un conocimiento actualizado sobre las medidas arancelarias estadounidenses y europeas, además del manejo de las correspondientes plataformas electrónicas.
Con Trump, el comercio exterior retrocederá décadas en el tiempo. Eso sí, lo hará con Inteligencia Artificial y más digital que nunca, como pagar las propinas por bizum o en el datáfono.