La mujer, en el esplendor de su treintena, camina con precaución sobre las hendiduras que forman en el pavimento los raíles de una grúa pico-pato de un azul desteñido por el tiempo y el salitre, que se adivina al fondo de la escena, y a cuyo lado se detiene un camión Ebro de cartolas de madera rojas, dispuesto a recibir la carga de un buque mercante en cuya popa apenas pueden distinguirse las tres últimas letras de su nombre: “.....ndo”.
De cada mano de la mujer, cuelgan distraídos y perezosos, mirando al suelo, andando al ralentí, una niña de unos cuatro años y su hermano, que apenas aparenta tres. En la siguiente secuencia, los tres aparecen sentados en un banco corrido en la cubierta de una “golondrina” o embarcación turística, que realiza un recorrido por lo que parece ser una bahía.
Entonces, el objetivo de la cámara deja de apuntar a la mujer y a los niños, y ayudada por el desplazamiento de la embarcación en paralelo al muelle, hace un “travelling” para recrear con un leve zoom el “skyline” del puerto, la línea de costa sobre la que se recortan los perfiles de los barcos, las grúas, los almacenes y las mercancías de todo tipo depositadas sobre el muelle. No hay contenedores aún.
Es junio de 1968. A lo largo de los días siguientes, el tomavistas Yashica Super 8 con cartuchos Kodachrome II de 40 ASA, graba escenas similares en Cádiz, Algeciras, Almería, Málaga, Alicante y Valencia. La mujer, alta, morena, guapa, elegante, con la niña y el niño asidos a ella, pasea frente a la cámara por los muelles de unos puertos a los que un proyector Eumig Marsk S 712 de doble bobina ha devuelto la vida, 52 años después, sobre una pantalla de cine casero desplegada en la pared de un hogar confinado.
También, hacia 1971, el mismo tomavistas capturaba imágenes, ya sin figurantes, del puerto de Bilbao cuando gran parte de su actividad se concentraba en el Canal de Deusto. Desde una de las ventanas de las oficinas de la Compañía Nacional de Oxígeno (C.N.O.), entonces en Zorrozaurre, alguien grababa la actividad de carga y descarga de buques en la orilla de Sarriko (Deusto).
Esta película no sonora de Super 8 es el primer recuerdo animado de mi vida, que en estos días de profundo desasosiego retumba en mi memoria con el eco de las voces que ya se han apagado. La mujer alta, morena, guapa y elegante que aparece en la película con dos niños es mi ama (madre), que nos dejó hace ya dos años. Hace ocho días se fue mi aita (padre), la persona tras el tomavistas. Él no fue portuario, ni estuvo nunca directamente relacionado profesionalmente con la logística y el transporte. Pero creo que como buen bilbaíno, siempre tuvo al puerto de Bilbao, y por extensión, a todos los puertos, como un referente más en su vida.
Interpreto ahora la visión de estas viejas películas de Super 8 como una premonición, como una señal. “¿Qué tal va el puerto?”, me preguntaba habitualmente cuando ya de anciano le visitaba en su casa. Y yo, le hablaba de nuevos muelles, de nuevas rutas, de nuevos tráficos, de un nuevo mundo. Y él, me respondía siempre: “Tenemos un gran puerto, Jaime”.
Eskerrik asko Aita (1919-2020). Gogoan zaitugu.