En 2020, cerca del 90% de la población mundial admitió haber comprado en Internet, con unas ventas on line globales de 4,2 billones de dólares ese año. Esta cifra fue aún mayor en los tres años siguientes, lo que nos lleva a poder afirmar sin temor a equivocarnos que esta tendencia será permanente. No obstante, ya han comenzado a notarse ciertos indicios de agotamiento, con un descenso considerable en la tasa de penetración del comercio electrónico en comparación con el año 2020. Las políticas proteccionistas de algunos países, las tensiones geopolíticas y el frenazo en la demanda mundial pueden estar detrás de este descenso. Aunque también podemos hacer otro análisis: es muy complicado mantener unos ratios de crecimiento tan intensos durante tanto tiempo. Sea como fuere, y a pesar de esos vaivenes, el comercio electrónico ha llegado para quedarse.
En un contexto inflacionario como el actual, no es ilógico que los consumidores busquen productos con precios asequibles. Y es ahí donde debe entenderse las ganancias logradas por plataformas como TEMU o SHEIN, que se diferencian del resto porque vende de manera directa productos fabricados por empresas anónimas chinas, no por grandes empresas que fabrican en China. Y cuando una empresa crece como lo hacen estas dos, llaman la atención de los poderes públicos. Hace unos días, la Comisión Europea pidió por segunda vez a TEMU información sobre las medidas que toma para evitar la venta de productos ilegales en su plataforma tal y como obliga la ley de servicios digitales, un requerimiento que de no ser satisfecho podría desembocar en multas para la plataforma.
La cuestión capital es si tensionar hasta más allá del límite la capacidad de las cadenas logísticas es prudente
Otros han ido más allá. El Gobierno de Indonesia ha prohibido a TEMU operar en el país bajo el argumento de asfixiar a los comercios locales. La estrategia de vender directamente desde el fabricante al consumidor contraviene la ley nacional que establece por obligación la presencia de un intermediario o distribuidor, una figura en la que se engloban los transportistas y operadores nacionales.
Tenemos ante nosotros un interesante debate. Las plataformas de venta on line han experimentado un crecimiento sin precedentes, impulsados a su vez por una demanda desmesurada, sobre todo en Estados Unidos. Sin embargo, este crecimiento tensiona de manera considerable la cadena logística, sobre todo el transporte aéreo. Según Forbes, la actividad de TEMU y SHEIN llega a las 9.000 toneladas de carga en todo el mundo al día, lo que supone 88 cargueros Boeing 777 llenos hasta los topes, cuando la flota Prime Air de Amazon es de 86 unidades. La consecuencia es un aumento de los precios y la puesta en servicio a la carrera de nuevos aviones, unidades repletas en exportación, pero vacías en importación, con lo que eso supone para la rentabilidad de una empresa. Y luego está el coste ambiental. El modelo de negocio de TEMU y SHEIN es ultrarrápido, algo incompatible con otros modos, como el marítimo o incluso el ferroviario, menos contaminantes.
¿Tiene futuro este modelo? Algunos dirán que mientras haya demanda y las cadenas logísticas globales respodan, sí. La cuestión capital en este caso es si tensionar hasta más allá del límite su capacidad es prudente. Por otro lado, ¿qué pasará con esos nuevos cargueros cuando haya un descenso en la demanda? ¿Quién se encargará de asumir los costes de tenerlos inactivos? Ambientalmente, ¿hacia dónde nos lleva un modelo de consumo ultrainmediato? Preguntas a las que hay que responder sin caer en la tentación de imponer medidas proteccionistas. Sea como fuere, el sector logístico tiene ante sí otro reto. Personalmente ya he perdido la cuenta.