Los ambiciosos objetivos planteados por la reciente cumbre climática COP 28 celebrada en Dubai demuestran, una vez más, que la transición energética en el sector de la movilidad y el transporte debe conducirse con decisión, pero a su vez con la necesaria capacidad de adaptación a cada situación, para poder culminar con garantías de éxito los exigentes retos planteados. Solo desde un planteamiento, por lo que respecta especialmente al transporte por carretera, que permita compatibilizar la profunda transformación en el sistema de propulsión y suministro energético de los vehículos y la viabilidad de las inversiones necesarias para acometerlo, será posible culminar con éxito el proceso.
Haciendo hincapié en las propuestas de este TTM, formuladas en 2023 como decálogo metodológico para la transición energética, planteamos un conjunto de puntos, como elementos clave, que deben ser tomados en consideración ante una previsible aceleración del ritmo de transformación energética.
Es patente el desacoplamiento de las agendas
1.- Remarcar la problemática que supone la atomización del sector del transporte para garantizar un ritmo sostenido en la transformación, así como arbitrar mecanismos que permitan amortiguar sus efectos negativos.
2.- Acometer programas de financiación del cambio energético, más allá de los fondos ya distribuidos prácticamente en su totalidad provenientes del MRR Next Generación.
3.- Actuar mediante planes de establecimiento de estaciones de carga (electrolineras), aspecto trascendental en el que deben centrarse los esfuerzos de las administraciones con el fin de garantizar la viabilidad del proceso.
4.- Continuar con la neutralidad tecnológica de la administración no está reñido con impulsar opciones que deben ser tenidas en cuenta en el periodo de transición energética. Sin embargo, el recurso a los combustibles ecológicos -biocombustibles- debe contemplarse en el periodo de transición sino con carácter estable, como un camino practicable para conseguir los objetivos de descarbonización.
La prudencia y el sentido común siempre han sido consustanciales a los pensadores que han habitado en España a lo largo de los tiempos -desde Seneca a Ortega y Gasset- y en sus diversas culturas, y en ellos hay que mirarse, y, por lo tanto, sin huir de favorecer los cambios que los compromisos medioambientales y climáticos exigen a un sector como la movilidad, el transporte y la logística, sería recomendable abrir al máximo el aprovechamiento de algunas fuentes de energía, como son los derivados de los combustibles fósiles en plazo mayor que los actuales calendarios apuntan, dadas las circunstancias de tensión geoestratégica que estamos viviendo. A esa posición favorecen algunas medidas que la UE ha puesto en marcha recientemente, como ha sido el acuerdo final sobre el Reglamento de los vehículos de motor Euro7, que pretende ayudar a conseguir vehículos con emisiones cercanas a cero para 2035.
Es cada vez más patente el desacoplamiento entre los calendarios marcados en las agendas europeas y el progreso de las infraesgtructuras y la tecnología. Se insiste en reclamar neutralidad tecnológica con la adopción de todas las tecnologías disponibles -ecocombustibles y biocombustibles, por ejemplo-, que, si bien no son de emisiones cero, permiten seguir reduciendo las emisiones de forma sustantiva mientras calendario y realidad industrial mejoran su correlación.
Sin duda, las propuestas de una fase transitoria son costosas y deben ir acompañadas de propuestas de financiación de las medidas, pero se debería poner atención para no caer en lo fácil, es decir, tratando de evitar el incremento de la presión fiscal sobre las empresas para obtener una mayor recaudación de impuestos mediante la multiplicación de nuevas figuras tributarias, porque ello puede conducir a un lastre y un freno en el crecimiento.