Con los equipos de rescate todavía buscando a cientos de desaparecidos, poblaciones sin agua ni luz y los accesos a la capital de la provincia abriéndose metro a metro para poder atender a las víctimas, me enfrento a tener que escribir esta columna.
Estamos a jueves, mañana es festivo y el Diario debe estar antes porque las comunicaciones terrestres con las demás provincias siguen siendo complicadas; la DANA ha seguido su camino hacia el norte y ahora es la provincia de Castellón la que está gestionando como puede las lluvias torrenciales.
El impacto de lo visto y escuchado, tras la fatídica tarde y noche del martes, todavía resuena en mi cabeza. La desesperación, la impotencia y el desconcierto de los damnificados sigue presente y hacen match con la indignación; porque ahora sí, tras ubicarnos y localizar a todos nuestros seres queridos, ha llegado el momento de comenzar con las denuncias y la petición de responsabilidades. Ahora sí hay que empezar a analizar por qué se hicieron las cosas como se hicieron (las víctimas se lo merecen) y pensar en la reconstrucción. Y escojo la palabra reconstrucción a sabiendas, porque el sector logístico de la provincia de Valencia ha sufrido tal impacto en su línea de flotación que no podemos quedarnos con que nos limpien los viales. No. El sector logístico se merece más.
El sector logístico de Valencia ha sufrido tal impacto en su línea de flotación que no podemos quedarnos con que nos limpien los viales. No. El sector logístico se merece más
En estos momentos, echar un vistazo a la A-3 (que conecta la Comunidad Valenciana con la de Madrid) y a la Pista de Silla (que comunica todo el corredor mediterráneo) es como trasladarse a una serie apocalíptica. Walking Dead podría estar rodándose en estas localizaciones si no supiéramos que muchos de los vehículos allí amontonados han perdido a sus conductores. Otros cientos lograron salvar la vida huyendo a pie.
Más de 22.000 transportistas, según Fenadismer, se han visto afectados por la DANA, aproximadamente, unos 8.000 en la ruta Valencia-Madrid y otros 14.000 en la ruta mediterránea. En consecuencia, no hay imagen que nos llegue por redes sociales que no incluya a uno de estos miles de camiones dejados atrás, convertidos (sin quererlo) en estrellas de la escena. Su envergadura les impide pasar desapercibidos. Por cierto, muchos de estos transportistas ayudaron en las tareas de rescate de cientos de personas atrapadas, así que no está de más destacarlo.
Pero, ¿y qué decimos de los polígonos logísticos? El estado del PLV (Parque Logístico Valencia) ha sido descrito como de dantesco. Socavones, corrimiento de tierras, personas aisladas durante horas en zonas industriales, naves arrasadas por el agua, vehículos flotando por las principales vías de los parques empresariales y polígonos logísticos... Y después del agua, ¿qué? Las aseguradoras se han puesto a disposición de las autoridades autonómicas que parece que quieren centralizar las demandas de los afectados... ¿ralentiza hacerlo así? Pues no sé, no soy experta, pero lo que sí que sé es que la cadena logística necesita a la Administración (a toda ella, local, provincial, autonómica, nacional y europea) con respuestas sencillas, rápidas, sin burocracia de más. ¿Será posible que así sea?
Son muchas las incógnitas, algunas serán respondidas durante estos días en los que el papel estará escrito, pero en mi realidad, hoy jueves, el sector sigue a la espera de saber cuándo podrán volver a trabajar, vía terrestre, con el puerto de Valencia. También estamos en un ay porque parece que las conexiones ferroviarias de mercancías también han caído y ¿hay alternativa?... La espera lleva a la impaciencia. Ojalá no nos tengamos que convertir en impacientes.