La verdad es que era especialmente complicado pasar por alto la performance de ayer de Donald Trump en la presentación del nuevo paquete de medidas arancelarias en el marco de lo que el mismo presidente estadounidense ha denominado “Día de la liberación”.
Curiosamente, este es el tercer “Día de la liberación” ya que el propio Trump bautizó de la misma forma al día de las elecciones presidenciales y a la jornada en la que pronunció su discurso de investidura... Menuda represión debe tener encima como para tener tantas ganas de liberación...
Tiempo tendremos para analizar en detalle el gran muro proteccionista que ha levantado el mandatario estadounidense, pero según sus palabras, se trata de “aranceles recíprocos” para castigar a los países que imponen a EE UU los aranceles más altos.
En la práctica, estamos ante el inicio de una guerra comercial que tiene un recorrido relativo. El afán recaudatorio de Trump se puede tornar en su contra y la economía estadounidense podría verse más afectada de lo que ya está con el simple anuncio de las nuevas medidas arancelarias. Efectivamente, habrá que ver si el incremento de los ingresos por los aranceles puede enjugar cuestiones tan vitales como el descenso de las inversiones o las contrataciones en Estados Unidos provocadas por la nueva situación económica. En economía no todo son matemáticas.
Según auguran los expertos, esta acción de Donald Trump va a provocar, evidentemente, un fuerte impacto en la economía global, con recesiones probables en mercados muy próximos con Canadá o México y un parón o estancamiento en Europa.
El problema real ya no es tanto la política comercial del presidente de EE UU, sino el comportamiento errático que demuestra con “idas de olla” casi permanentes, mentiras, acuerdos, desacuerdos, rabietas y exaltaciones repentinas de la amistad. Conseguir un tratado de comercio con este país puede resultar fácil o complicado, casi tanto como que unilateralmente se rompa ese tratado.