Son 1.000 plazas diarias durante diez días, que incluirán billetes para viajar desde la puesta en marcha del AVLO hasta finales de agosto. Por lo visto, los billetes básicos del AVE de bajo coste tendrán un precio de entre 10 y 60 euros, en función de la demanda y el horarios.
Una gran noticia, sin duda, para quienes quieran viajar entre Madrid y Barcelona, entre Barcelona y Madrid, en apenas dos horas y media, de centro a centro de la ciudad y además, con wifi de premio, para estar permanentemente conectado y no tener que levantar la mirada de nuestro smartphone, tablet, notebook o cualquier otro cacharro convertido en anglicismo. No vaya a ser que por no tener wifi ni pantalla en la que sumergirnos durante 150 minutos, crucemos involuntariamente nuestra mirada con otra mirada ajena y nos ruboricemos; no vaya a ser que nos veamos obligados a lanzar miradas furtivas a los compañeros de vagón y a echar a volar la imaginación inventándonos vidas ajenas, a preguntarnos qué es lo que les lleva de una ciudad a otra, si escapan o van al encuentro de algo o de alguien, o si se encuentran en tránsito, físico, espiritual o simplemente, laboral.
En un intento de esquivar las miradas del resto de viajeros, en un tren sin wifi ni pantallas LED, OLED, AMOLED o LCD, se corre también el peligro de mirar por la ventana y verse obligado a admirar el paisaje de los lugares por los que se transita a casi 300 km/h. Menudo incordio...
El AVE y el AVLO son, sin duda, dos grandes avances que sitúan al sistema ferroviario español a la vanguardia de Europa y de cuyas ventajas se benefician cada vez más un mayor número de españoles. Pero no todos, aunque la alta velocidad ferroviaria no sea un derecho universal ni una necesidad básica, ni siquiera sea económicamente viable en todos los casos.
Iberia conecta Vigo y Bilbao en una hora y de forma directa cuatro veces por semana. Son 665 km por carretera, sólo 40 km más que la distancia que separa Madrid de Barcelona. El AVE une estas dos últimas capitales en 2 horas y 30 minutos. El Intercity Vigo-Bilbao, tarda 11 horas y 16 minutos en completar la distancia. Sin wifi, sin tomas de corriente, sin cafetería, sin venta a bordo, sin sistema de entretenimiento, sin asientos reclinables, sin avisos informativos, sin prisas...
Un tren sólo apto para viajeros desocupados, ligeros de tiempo y de equipaje, ávidos de paisajes, de geografía física y humana: Ribadavia, el río Miño, Ourense, el Cañón del Sil, Monforte de Lemos, Ponferrada, Bembibre, Astorga, León, Sahagún, Palencia, Burgos, Pancorbo, Miranda de Ebro, Llodio, Bilbao. Siempre hay alguien al que, como quien esto firma, esta oferta “slow cost” le resulta atractiva y la prueba.
Un país, dos trenes. Dos realidades que coexisten una con la otra. De fotos de presidentes y ministros en AVEs y AVLOs ya vamos bien servidos. Tal vez si viajaran una vez en el Intercity Vigo-Bilbao aprenderían algo más que geografía. Pero un tuit con una foto a 300 km/h les sigue saliendo mucho más rentable. Y así nos va.