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Un tal López

Se llamaba, se llama, José Ignacio López de Arriortúa (Zornotza, Bizkaia, 1941).  Siempre presumió de ser un aldeano experto en el cuidado de los frutales y de la huerta de su caserío natal, aunque quiso el destino, su propia ambición, los designios del “Jefe” (como llamaba a Dios) o la combinación de todo ello, que acabara como uno de los más altos ejecutivos de la industria automovilística mundial en los 90, alcanzando el número 2 en General Motors en Detroit y después en Volkswagen en Francfort, en un turbulento fichaje que terminó en los tribunales.

  • Última actualización
    20 octubre 2020 07:54

“Iñaki”, “López”, “Arriortúa” o “Superlópez”, según qué para quién, ocupó numerosas portadas por el escándalo de espionaje industrial que destapó su fichaje por VW pero también por la admiración que en los ámbitos económicos despertaba su especial capacidad de gestión y por revolucionar el sector del automóvil con grandes ahorros de costes con los proveedores y su habilidad para ganarse la confianza de los trabajadores, para quienes acuñó el concepto de “señores trabajadores”. 

López, llamémosle así, destacó desde su primer empleo como ingeniero industrial como un gran organizador del trabajo que tenía muy en cuenta las habilidades de cada operario. 

Ya en Firestone, implantó el método de trabajo Bedaux, que organiza la producción de una forma más rentable. Los trabajadores no admitieron cronometrajes e hicieron huelga de brazos caídos, pero López solucionó el problema con una rápida negociación directa con los líderes del todavía clandestino sindicato CC.OO. A pesar de no poder evitar la larga huelga de 1975, su popularidad hizo que fuera respetado  y su éxito en la reorganización del trabajo en la planta de Basauri le hizo ganar prestigio en la organización global de Firestone y alguien de General Motors se fijó en él. El resto es ya historia.

La estiba lleva décadas mostrando que los sucesivos acuerdos no traen la solución, al menos estable, robusta y duradera; más bien son remiendos que no solventan el verdadero problema de fondo: la quiebra de confianza entre empresarios y trabajadores

Como explicó López en alguna entrevista, una de las claves de su éxito estaba en el método MTM (Methods Time Measurement), enfocado a mejorar los movimientos de los trabajadores en las máquinas. “Pero mi secreto -decía- era considerar al trabajador como un hermano porque algunos ingenieros pensaban que el ‘señor trabajador’ era un esclavo, pero desde mi óptica eran la base técnica y fundamental de la industria”.

La huelga de la estiba en Bilbao cumple hoy doce días sin aparentes avances en una negociación cuyo fin no debe ser el acuerdo sino la solución. La estiba lleva décadas mostrando que los sucesivos acuerdos no traen la solución, al menos una solución estable, robusta y duradera; más bien remiendos que no solventan el verdadero problema de fondo.

Más allá de los convenios colectivos y de los Acuerdos Marco, de los salarios, los CPE, la subrogación y demás aspectos “clave”, la verdadera quiebra entre empresas y trabajadores radica en la falta de confianza y respeto mutuo, algo que ni siquiera un acuerdo podrá devolver. El problema es mucho más  profundo. Ni los empresarios están satisfechos con sus trabajadores, ni éstos con aquellos. Simplemente se toleran como un matrimonio de conveniencia que comparten techo y libreta de ahorro. De no tratarse de un mercado cautivo y ser una actividad esencial; de tratarse de una empresa como tantas otras, la estiba, tal y como la conocemos desde hace años, habría desaparecido engullida por la evolución social, laboral y económica. 

La vida de José Ignacio López de Arriortúa arroja tantas luces como sombras,  pero uno no puede dejar de imaginar qué pasaría si un tal López llegara a la estiba y los “señores trabajadores” se pusieran verdaderamente a la faena. A lo mejor salíamos todos ganando...