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Vicalvaradas

Vicálvaro tiene en su historia y en su devenir alma ferroviaria, anterior incluso a 1859, año en el que se inauguró allí la primera estación de ferrocarril.

  • Última actualización
    03 marzo 2020 16:58

Barrio capitalino y periférico desde 1950, el extrarradio del histórico municipio de Vicálvaro fue cien años antes capital de uno de los acontecimientos paradigmáticos de esa “desvergonzada cacería por el poder” con la que Arturo Pérez Reverte resume el siglo XIX, uno más de entre los muchos en los que “se jodió” España, todo ello, insisto, con esencia ferroviaria.

Estamos en concreto en 1854. Preside el Gobierno de España por encargo de Isabel II el conde de San Luis y vizconde de Priego, don Luis Sartorius y Priego.

La definición que hace de él la Real Academia de la Historia no tiene desperdicio: “Escéptico ante las ideas, hombre práctico y sin escrúpulos, amante de la riqueza y de la ostentación, imprudente en el manejo de los fondos públicos y con una gran capacidad para cerrar los ojos ante negocios turbios, no dudó en beneficiar con cargos y ventajas a quien le podía proporcionar beneficios económicos o políticos”.

El más grande escándalo en el que se embarca el Conde de San Luis tiene que ver con el trazado del ferrocarril de Madrid a Irún, en el que la concesionaria de la construcción, la Compañía de Ferrocarriles del Norte, indemnizaba con 40.000 duros por cada kilómetro de tierra que la vía férrea atravesaba.

Bajo la responsabilidad del presidente del Gobierno, se diseña un trazado arbitrario destinado a favorecer con el paso del tren a los propietarios de terrenos más influyentes del reino, incluida la Casa Real, “una polacada”, como se llamó a las decisiones de Sartorius en aquella época, que quiso ser confirmada con un Proyecto de Ley en el que se ratificaban todas las concesiones hechas sobre las nuevas líneas de ferrocarriles. Ante su rechazo por el Senado a finales de 1853, Sartorius disolvió las Cortes e inició la persecución de los generales que más se habían significado en la oposición a su gestión. Entre ellos estaba el general Leopoldo O’Donell, quien el 28 de junio de 1854 lideró un pronunciamiento militar para forzar la destitución del conde de San Luis.

Dos días más tarde, las tropas al mando de O’Donell se enfrentaron con el ejército leal al Gobierno. El campo de batalla fue la localidad de Vicálvaro y el enfrentamiento militar pasó a la historia como “la Vicalvarada”, levantamiento que de inmediato prendió la mecha de sucesivos alzamientos en Barcelona, Valladolid, Valencia, Zaragoza o Logroño, en lo que se convirtió en la conocida como “Revolución de 1854”, que culminó con la destitución como presidente del conde de San Luis y el alumbramiento de lo que se denominó el Bienio Progresista. Y todo ello, como decimos, con Vicálvaro y el ferrocarril como protagonistas.

Pues bien, 166 años después, a mil metros de distancia de donde se batieron las tropas de O’Donell, se vive una nueva batalla con las mismas coordenadas.

El objetivo es alumbrar en Vicálvaro la mayor terminal ferroviaria de mercancías de España y, para ello, hay que terminar de definir en estas semanas quién la promueve, quién la gestiona y, ojo, quién quiere utilizarla, todo ello unido a algo tan esencial como quién va a asumir la inversión y cuánto se está dispuesto a invertir. Todo ello de la mano de una milimétrica hoja de ruta diseñada por Adif que tiene como incógnita a sus protagonistas y al encaje de otros proyectos ferroviarios ahora mismo existentes, entre ellos Puerto Seco de Coslada.

Puertos, navieras, operadores ferroviarios y concesionarios de terminales intermodales tienen que empezar a tomar decisiones y, además, en el siempre minado campo del transporte ferroviario, monte yermo de “orégano”.

Les aviso: se avecina una nueva “Vicalvarada”.