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...y lo que viene de India

  • Última actualización
    18 julio 2024 05:20

Julio se desvanece entre los estertores de algún evento furtivo condenado a celebrarse antes de verano por el designio de sus organizadores, por encima incluso de quienes aconsejaron volar hasta septiembre en busca de una convocatoria más amplia y resonante.

Julio se nos cuela entre las manos como la arena fina de esa playa que anhelamos cada mañana cuando suena el despertador y que se transforma en diáfano deseo en cuanto la canícula nos recuerda que está en su máximo esplendor justo ahora, desde mediados del mes de julio hasta mediados de agosto.

En esta España de la doble velocidad vacacional, el mes de julio viene a ser como un mal sueño del que todos deseamos despertar: que pase rápido, que no genere problemas y que sea tan liviano que no nos produzca pesadillas. Que no sea por pedir.

En medio de este panorama, tan dramático, exagerado e irreal como el estado de ánimo del que escribe, una noticia de El Mundo de Castellón pasa a formar parte de mi listado de “preocupaciones que preocuparán”, es decir, aquellas cosas que en la actualidad no perturban en exceso, pero que tengo la certeza de que pasarán a ser “preocupaciones preocupantes” a medio o largo plazo.

Tenemos una responsabilidad importante

El titular de la información decía así: “El azulejo indio crece en la UE un 5,4% pese a un año de aranceles”, y lo que venía a explicar la información es que las trabas en forma de aranceles al azulejo indio, impuestas en febrero de 2023, no han sido suficientes para frenar su introducción masiva en Europa... y lo que está por llegar.

No es de extrañar. En el año 2023 el precio del metro cuadrado de la cerámica india fue de 3,8 euros. Y, ojo, este precio fue un 9,5% inferior al del año anterior. El producto español, por su parte, cotizó en 2023 un precio de 11 euros por metro cuadrado, un 7% más que en 2022.

Como pueden imaginar, hablamos de una competencia desleal en la que el producto indio consigue sus precios por el escaso cumplimiento de la normativa en materia laboral y medioambiental o los subsidios a sus exportaciones. Esta circunstancia, acreditada en la investigación antidumping, posibilitó la implementación de medidas arancelarias para limitar la entrada de este producto en Europa, pero esas medidas, sin ninguna duda, han sido totalmente insuficientes.

Tal y como explica el artículo de El Mundo, los productores españoles tienen cierta esperanza en lo que pueda hacer Estados Unidos, un país mucho más proteccionista con sus productos, que en septiembre dará a conocer los resultados de su investigación antidumping y las pertinentes medidas que, ya les anuncio, serán bastante más contundentes que las europeas.

Justo ahora, al hilo de mi columna de la pasada semana (sobre lo que viene de China) y esta misma de hoy, habrá quien piense que aunque la balanza comercial se descompense seguimos hablando de movimiento de mercancías (en el sentido que sea) y que eso, lógicamente, no deja de ser trabajo para nuestro sector logístico.

No les falta razón, pero este razonamiento también es de un cortoplacismo alarmante. Si no somos capaces de cuidar nuestra industria, de desarrollarla y de hacerla competitiva, el tejido económico local se resiente, se destruyen empleos y nos convertimos en meros proveedores de servicios sin nada más que aportar, con muy poco valor añadido. Y eso, a la larga, influye directamente sobre nuestro sector logístico.

Tenemos una responsabilidad importante, más allá de gestionar el trasiego de mercancías, que pasa por defender los intereses de nuestra industria como si fueran los propios. No lo duden.