Menú
Suscripción

Políticos y gestión empresarial

El día 4 antes del estado de alarma, un alto mandatario político, con quien compartía mesa y mantel, me esgrimió, ciertamente acalorado, que en China se podían imponer medidas de confinamiento de la población porque allí había una dictadura.

  • Última actualización
    15 mayo 2020 14:44

Como “cuando uno tiene algo que decir, no se puede uno callar, porque callar es morir”, le comenté a mi interlocutor que el hecho de que la gente obedeciera tenía más que ver con lo sensato de las órdenes que con el régimen político. Desde entonces, ha pasado el tiempo más denso y oscuro de nuestra historia reciente, y parece que sí, que algo de razón tenía mi reflexión. De los autores entonces de jugamos el partido a puerta cerrada, pero pueden concentrarse miles de aficionados en la puerta del estadio y de puedes ir a los partidos, amontonarte en manifestaciones y en festejos varios, pero no ir al colegio, llega ahora lo de pasar de desaconsejar las mascarillas a hacerlas obligatorias; lo de permitir trabajar a bares, restaurantes, teatros y aerolíneas, pero con un tercio de clientes; lo de poder reunirnos hasta 10 personas en una casa, pero con dos metros de separación entre unos y otros; lo de sigue con tu empresa, pero sin faena y sin despedir a nadie, o la de salir todos a pasear a una hora concreta, con los parques cerrados, pero sin amontonarse.

Nos encargan chalecos con mangas y se extrañan, y nos multan, si no lo acertamos.

Comienzan a romperse los tabús que decían que el trabajo debe ser presencial o que la producción requiere que la persona esté en un lugar concreto

Cuando la orden era clara y concreta… “todos en casa”, toda la gente, con la excepción del “covidiota” de turno, cumplió su parte. Ahora los que no cumplen no son los multados, sino los que establecen unas normas básicamente incumplibles. Nuestros políticos, del signo que sean, están dando un claro ejemplo de lo que no se debe hacer, como saltarse el confinamiento para correr o conducir borracho, convocar a todo el mundo a un acto multitudinario de cierre del hospital de IFEMA, o acudir a esos y otros actos en el pulmón de la epidemia… con corbata, la prenda menos adecuada para parar un contagio, porque se toca constantemente y, normalmente, es la que menos se lava. Me recuerdan, como si una canción del verano fuera, aquello que decía el inmenso Al Pacino en Pactar con el Diablo… “A Dios (al político, diría yo), le gusta observar, es bromista: dota al hombre de instintos, nos da esta extraordinaria virtud, y ¿qué hace luego? Los utiliza para pasárselo en grande, para reírse de nosotros, para ver cómo quebrantamos las reglas. Él dispone las reglas y el tablero y es un auténtico tramposo: mira, pero no toques; toca, pero no pruebes; prueba, pero no saborees”. Nos gusta saber qué camino hemos de seguir; no pensar, no decidir, siempre que quien nos guíe acredite que sabe dónde vamos. Se aceptan, incluso se agradecen, las órdenes, pautas y reglas, y más en tiempos de tinieblas, pero… que tengan sentido.

Los políticos saben de política, creo. Ponerlos a lidiar, a la vez, con superlativas crisis de salud y económica, nos lleva a la aterradora situación que vivimos. Ni saben de una cosa ni de otra. Y lo malo es que no tienen en cuenta a quien sabe. Poner en estos tiempos a dictar normas de supervivencia empresarial a quienes llevan toda la vida de funcionarios o de políticos, es como poner a la zorra de guardaviñas. Peligroso.