Hay quien por un taxi perdió un avión, un tren, un barco o incluso un camión y con ello perdió un viaje, una reunión, un trabajo, una condena o un sueño. Hay quien por un taxi logró coger un avión, un tren, un barco o incluso un camión y ganó un viaje, un trabajo o incluso un amor, por aquello tan cinematográfico de abrir sendas puertas al mismo tiempo.
Hay quien por un taxi llegó a tiempo de casarse en el altar, de parir en el hospital, de ver a un padre antes de morir o de disfrutar con un hijo lucirse en un escenario, salirse en un partido de fútbol o leer su tesis ante un tribunal.
Y hay quien por un taxi, o más bien por un puñado de taxis, presentó su dimisión, asfixiado por no encontrar la cuadratura del círculo para el sector. Eso es lo que le ha pasado a Mercedes Gómez, ya ex directora general de Transporte Terrestre, feliz de volver a la segunda línea y, sobre todo, de quitarse presión.
