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Puntos cardinales

Norte, Sur, Este y Oeste. Los cuatro puntos cardinales, con sus combinaciones y variantes, son referencias inevitables para tratar de comprender el mundo en el que vivimos. La política marca la agenda y la geopolítica fija las posiciones de los actores intervinientes.  ¿En cuál de los puntos cardinales nos ubicamos? ¿Dónde nos ubican a nosotros? ¿Qué somos? ¿Norte, Sur, Este, Oeste?

  • Última actualización
    20 julio 2020 15:42

Cuando Gerardus Mercator publicó en 1569 su célebre proyección del mundo en dos dimensiones poco podía sospechar de su futuro carácter controvertido. Mercator, un geógrafo alemán que apenas había viajado por el mundo y que aspiraba a cartografiarlo, buscaba crear una herramienta útil para los marineros. Su mapa no quería replicar de forma exacta el mundo, sino ayudar a navegarlo mejor.  

Así, aunque a la llamada Proyección de Mercator se le critica actualmente como símbolo de las desigualdades geográficas y de la arrogancia del primer mundo (África y Sudamérica se ven mucho más pequeñas de lo que realmente son) la intención de Mercator era muy distinta: diseñar un sistema en el que las trayectorias de los barcos pudieran trazarse en línea recta con las brújulas.

El caso es que así es el mundo que hoy imaginamos: como Mercator lo cartografió en 1569, con sus cuatro puntos cardinales marcando también las supuestas diferencias entre las naciones: el Norte, frío, rico, austero y laborioso; el Sur, cálido, pobre, manirroto y holgazán; el Este y el Oeste, en permanente tensión y conflicto por la supremacía mundial. La derrota del multilateralismo a manos de la vieja política de los grandes bloques.

Europa investiga a una empresa promovida por un ciudadano sueco en Letonia que podría haber introducido en el mercado laboral del transporte por carretera europeo miles de chóferes filipinos contratados en precarias condiciones

La simplificación es extrema. Sin embargo, según la célebre frase del poeta francés Paul   Éluard “hay otros mundos pero están en éste”, y por ello, es obvio que las diferentes realidades conviven una dentro de la otra. A pesar de ello, estos días leemos titulares de prensa que señalan cómo en una minúscula división administrativa de la Tierra llamada Unión Europea “Los países del norte se resisten a conceder subvenciones a fondo perdido a los del sur”, o cómo “los países del norte quieren decidir las políticas del sur en la salida de la pandemia”, evidenciando las seculares discrepancias Norte-Sur, entre los países ahora llamados “frugales” y los que, como España, acumulan deuda pública y no practican la “ejemplar” austeridad de sus socios comunitarios del norte.

Trasladar estas dicotomías tan exacerbadas al transporte resulta tentador para introducir también a los otros dos puntos cardinales: Este y Oeste. La reciente aprobación del Paquete de Movilidad de la Unión Europea es un ejemplo. Este conjunto de normas era una necesidad social, económica y ambiental para mejorar la regulación del acceso a la profesión de transportista, las condiciones sociales y laborales de los conductores, sus tiempos de descanso y conducción y otras circunstancias relacionadas con el control administrativo de esta actividad.

Sin embargo, este paso para que el transporte en su conjunto sea un factor de competitividad para toda la economía europea, contó con la férrea oposición de los países del Este, a los que en la última década miles de “empresas buzón” han trasladado su sede para poder continuar operando en los mismos mercados occidentales donde actuaban con anterioridad pero a un coste mucho menor. 

Mientras tanto, la Comisión Europea investiga a una empresa promovida por un ciudadano sueco en Letonia que podría haber introducido en el mercado laboral del transporte por carretera europeo miles de conductores filipinos contratados en precarias condiciones. Norte, Sur, Este, Oeste... cuatro puntos cardinales y un único Sol: el dinero.