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Se nos muere julio...

Se nos muere julio como siempre se han muerto los meses, los días, las horas y los minutos, porque el tiempo es tiempo y se escurre raudo, por el mismo desagüe de lo frágil y lo fugaz, de lo inabarcable y lo inaprehensible, sin importar ni las nieves ni los desiertos, ni las risas ni los llantos, ni la paz ni la guerra, ni la felicidad ni la enfermedad.

  • Última actualización
    28 julio 2020 17:31

Se nos muere julio achicharrado, como siempre calcina el sol las cosas en esta vida, para nada, porque todo se consume, porque todo se derrite, porque todo suda hasta la extrema deshidratación, pero todo permanece con la latencia de esa ceniza que a lo sumo esparce un soplo de calima, un remolino de eterno retorno. Al fin y al cabo, aquí no se cuecen ni los virus.

Se nos muere julio frustrado, como siempre se atoran los morlacos en el burladero, porque la valentía incluso a veces te lleva a pegar el gran salto, ese que te arroja al callejón de espantadas y cornadas donde girar en el mismo círculo hasta encontrar la puerta que te devuelve al albero del que venías, en el que ya estabas.

Se nos muere julio devorado de incertidumbres, como siempre amanece, como siempre atardece, como siempre anochece, pero nos sigue sorprendiendo porque nos engañamos, porque no somos capaces de entender los caminos sin etapas, las ferrovías sin estaciones,  las singladuras sin puertos, los mapas sin señales, no las que lo azaroso de nuestro devenir nos asigna, sino las que nosotros creemos y queremos elegir, dictar, imponer, como dueños de un destino que no es nuestro, casi nunca, y menos en esta era del funambulismo coronavírico.

Se nos muere julio agotado, como arriban los náufragos a la orilla, como expiran los atletas en la meta, con ese pesar bipolar de no saber si eres vencedor o si has sido vencido, de si basta llegar para ganar o si sólo hay victoria si somos los primeros o si nos atenemos a lo que hemos perdido por el camino, porque la ambición inoculada nos empuja a la insatisfacción de que no sólo es suficiente respirar, aunque los cuerpos que flotan alrededor te arrojen a la cara la verdad de su hedor.

Se nos muere julio, como siempre, achicharrado, frustrado, incierto, agotado, apesadumbrado, como un punto y a parte pero, sobre todo, sí, esperanzado, porque cada instante que fenece alumbra otro instante

Se nos muere julio apesadumbrado, porque el poeta nos dijo que “al andar se hace camino” pero también nos recordó esa tentación del “volver la vista atrás”, también con su horizonte, también con su senda, tan sinuosa en estas semanas que se fueron, tan impensables y tan inmensas desde ese marzo mediado a partir del cual vivimos cosas increíbles, sufrimos cosas increíbles, construimos cosas increíbles y gritamos, lloramos, pateamos y nos arrancamos la piel para dejar entrever la carne viva de lo que es ser inocente y estar encarcelado, de lo que es no poder hacer nada y estar condenado.

Se nos muere julio como un punto y a parte, como siempre quisimos y querremos en algún momento de nuestra vida, la oportunidad de cerrar una etapa, con el dolor por lo perdido y el inmenso orgullo de lo peleado y lo conseguido, en un inmediato poder volver a empezar, otra vez, de nuevo, ojalá, como quien cierra los ojos y espera que una vez abiertos todo haya pasado.

Se nos muere julio, como siempre, achicharrado, frustrado, incierto, agotado, apesadumbrado, como un punto y a parte pero, sobre todo, sí, esperanzado porque cada instante que fenece alumbra otro instante, porque la vida no es conformismo, la vida es rebeldía, es levantarse, es pisar las calles nuevamente y no de lo que fuimos, sino de lo que queremos ser. Luchemos por ello, luchemos. El no de la vida y sus confinamientos ya lo tenemos.