José Muñoz se jubila. Después de toda una vida en la Administración, el jefe de servicio de Origen de la Dependencia Regional de Aduanas en Valencia se marcha con la satisfacción del deber cumplido. “Después de 44 años, me jubilo tranquilo, porque, algo bueno he hecho si puedo saludar a todo el mundo en la comunidad portuaria. Siempre he intentado echar una mano”, comenta Muñoz.
Valencia. Con vocación docente y colaborador de todo aquel que le ha requerido, desde las organizaciones profesionales sectoriales hasta las universidades o las empresas de la comunidad portuaria, incluido este mismo Diario, José (Pepe para todo el mundo) ha crecido con el puerto de Valencia. Aquí es donde ha trabajado durante 40 de sus 44 años como funcionario del Cuerpo Técnico de Hacienda en la Aduana de Valencia y es aquí donde sus conocimientos se han ido acompasando con la evolución de la actividad portuaria. De la mercancía general, a la supremacía del contenedor; de las fronteras españolas al mercado único y la Unión Europea; de los almacenes convencionales a los regímenes aduaneros y el OEA; del contacto personal a la digitalización de la Administración.
“He formado parte de un momento de la historia que no se volverá a repetir”, asevera José Muñoz a este Diario que le entrevista para la ocasión.
Primeros pasos
El 2 de febrero 1981, José Muñoz comenzaba su vida laboral en el mundo aduanero tras sacarse la plaza como subinspector de Aduana. ¿Primer destino? La Seu d’Urgell en Andorra. “Tenía 21 años, todavía estaba sacándome la carrera de Económicas, pero un amigo me dijo que me presentara a los exámenes y... aquí estoy 44 años después”.
Tomó posesión de su plaza como funcionario público unas semanas después, el 19 de marzo de 1981, y, desde entonces, Andorra, Andalucía y Comunitat Valenciana han sido sus plazas profesionales.
Cuando arrancó su carrera, Muñoz no sabía lo que era una Aduana, “por eso, cuando me saqué la plaza me acerqué a la Aduana -en Valencia-, para ver si el Administrador me permitía ver lo que era; y sí, me atendió, me dijo que ya era compañero y me dio algunos consejos que me sirvieron para pedir plaza en Andorra”.
“La Aduana debería hacer también la labor docente de ayudar a las empresas; porque la legislación aduanera tiene soluciones para cualquier problema que te pueda surgir. El problema es saberlo”
Entre las numerosas anécdotas que trufan su larga trayectoria profesional, la primera se produjo unos días después de iniciar su trabajo. “El Administrador de la Aduana de La Seu me permitió venir a Valencia porque tenía asignaturas de la carrera de Económicas que me examinaba en febrero. Eso sí, tenía que tomar posesión de la plaza antes del 31 de marzo. Tenía un mes para regresar. Pero ¿qué día estaba viendo para aquí? El 23 F. Me encontré con todos los militares en la calle y yo pensando que se iban de maniobras. Pero no era eso. Fue el taxista el que me puso el bando. Me asusté y llamé a la Aduana por si nos habían militarizado (porque entonces los subinspectores de Aduana, los cuerpos de gestión, éramos tenientes de intendencia), pero no fue así”.
Y después del susto, a Andorra. ¿Qué decir del destino? “Miles de viajeros, mucho contrabando, insultos y tu corazón convertido en piedra” para poder hacer el trabajo y controlar lo que pasaban, “desde perfumes -que tenían que pagar casi el 90%-, a más botellas de alcohol -uno la bebió delante de mí porque no la podía pasar y cayó al suelo redondo, claro-, o el que compraba tabaco para revenderlo, etc. El problema es que estábamos en plena crisis económica en España y se veían muchos dramas”.
En diciembre de ese mismo año, Muñoz se fue para Málaga. Este nuevo destino le permitió acabar la carrera y desarrollar su profesión tomando su experiencia andorrana como base, “la verdad es que hice un máster en viajeros en Andorra”, asevera. Por eso, “me metieron en el barco que venía de Melilla todos los días. Estuve de jefe de Viajeros los dos años que estuve allí. Puse orden, la verdad, y creo que hice un buen trabajo”.
La maldición de las drogas
Fue en Málaga donde vivió, en primera persona, cómo cambiaba el mundo del trapicheo y como las drogas se hacían su espacio. Esto no sucedía solo en Málaga, pero al verlo tan cerca, le impactó. “Estuve en un curso en Algeciras, con el primer escáner para ver si los viajeros llevaban drogas y, desde ese momento, no había día que no pillásemos a alguna persona con hachís. Eso es lo que menos me gustaba porque se veían casos muy tristes. Unos padres que pasaron la droga debajo de su bebé... los padres a la cárcel y el niño a servicios sociales. Es duro de ver.”
En junio de 1984, el subinspector llegó a Valencia, donde ha desempeñado su función ininterrumpidamente. 40 años haciendo suya la máxima de que “estamos aquí para ayudar”.
“Llegué a una aduana mucho más grande, con sus ventajas y sus inconvenientes. En Málaga el ambiente era mucho más familiar. Aquí, era y es una aduana grande donde hay que trabajar muchísimo. Enseguida me pasaron a despachar importación, fui de los primeros subinspectores en hacer importación en muelle, en el Edificio del Reloj estábamos, y, a partir de ahí, todo lo que ha venido”, rememora.
Presente y futuro de la profesión
Evidentemente, no se puede concluir la conversación con Pepe sin hablar de la Aduana que todos conocemos. Ahora, del contacto humano, “que era muy importante para mí”, se ha pasado al contacto telemático. En este sentido, Muñoz recupera lo que vivió en un intercambio que le permitió estar un mes en la Aduana del Puerto de Dóver. “Allí me encontré que en la Aduana no había contacto con la gente, había una pared y dos huecos ‘in’ y ‘out’ donde se iban dejando los documentos. Eso que entonces me sorprendió y entristeció, hoy es lo habitual. Me gustaría que hubiera más interrelación con los operadores, la verdad”.
“El funcionario de Aduanas tiene una doble misión: la labor fiscalizadora, lógicamente, pero también la labor facilitadora del comercio. Tenemos que intentar, dentro de la ley, no entorpecer el comercio”
Sí que es verdad que los responsables de la Aduana de Valencia se reúnen mucho con los representantes del Colegio Oficial de Agentes de Aduanas y Representantes Aduaneros de Valencia (COACAV) y de ATEIA-OLTRA Valencia para intentar coordinar acciones, confirma, pero, para Muñoz, el funcionario de Aduanas tiene una doble misión: “Por un lado, la labor fiscalizadora, lógicamente, pero también, y el propio Código de Aduanero lo dice, la labor facilitadora del comercio. Tenemos que intentar, dentro de la ley, no entorpecer el comercio. Porque que pares un contenedor o no lo despaches puede hacer que se pierda un negocio. Esta circunstancia no se vive en otro servicio, ni en subinspección, ni en contabilidad, ni en gestión... Solo pasa aquí. La industria depende mucho de nosotros”.
Es más, propone Muñoz, “la Aduana debería hacer también la labor docente de ayudar a las empresas; porque la legislación aduanera tiene soluciones para cualquier problema que te pueda surgir. El problema es saberlo. Y a través de esa solución se ahorran costes, se facilita el tráfico...”.
Precisamente, sobre el tema de la formación aduanera, el experto destaca la evolución positiva del interés por el sector. De hecho, subraya que tanto el representante aduanero como el OEA (Operador Económico Autorizado) “han hecho mucho bien, porque han invitado a que la gente se interese y se forme”. En este punto, Muñoz reconoce que la formación online también ha sido responsable de este interés creciente.
PERFIL PROFESIONAL
José Muñoz Barón, licenciado en Económicas, es jefe de servicio de Origen en la Dependencia Regional de Aduanas e IIEE de la Agencia Estatal de Administración Tributaria.
Desde 1981, cuando se incorporó al Ministerio de Hacienda, ha trabajado en las aduanas de La Seu de Urgell, Málaga y Valencia. Con conocimientos de todos los departamentos de la Aduana (Importación, Origen, Sumarias, Exportación, Revisión y Despacho de importación y exportación), ha prestado servicios en todo tipo de aduanas (aérea, ferrocarril, postal, marítima, terrestre y viajeros). En Valencia ha desempeñado las funciones de jefe de servicio de Origen, jefe del área de Sumarias y Origen, Área de auditoría de los OEAs y jefe del Área de Intervención de Establecimientos Aduaneros.
Además, cuenta con una larga trayectoria como docente y ha impartido cursos para las ATEIAs de Valencia, Alicante o Algeciras, el COACAV, la Fundación Valenciaport, Ceddet, ADL, IVAC, las Cámaras de Comercio de Valencia, Alicante, Castellón o la Escuela de la Hacienda Pública en Valencia y Madrid, entre otras muchas entidades. Asimismo cuenta con cerca de una quincena de manuales publicados, así como otros tantos artículos especializados.
OEA
Por cierto, otra de las grandes tareas que ya llevado a cabo durante sus 40 años en la Aduana de Valencia, ha sido la auditoría de los OEAs, esa certificación que para él se ha quedado sin el impulso que merece. “Solo el despacho centralizado nacional y la reducción de garantías no invitan a que las empresas inviertan en el OEA”, por ello, pide que se impulsen las ventajas que detalla el CAU, “aunque sea complicado”.
“Más de 100 países lo están desarrollando, así que no debería olvidarse el OEA”. Por cierto, recuerda, también debería haber unos criterios comunes: “Armonicemos las auditorías, en Alemania primero te lo dan y luego revisan...”
“Me gustaría que hubiera más interrelación con los operadores”
Sobre el CAU, “poco a poco me va gustando, pero nada que ver con el anterior Código Aduanero. El 29/13, que fue el primero que salió, para mí fue una maravilla porque su objetivo fue recapitular en un texto legal todos los regímenes que estaban cada uno por su parte. El CAU lo que hace es modernizarlo de cara al futuro y el problema es que hay 27 países, algunos muy modernizados y otros no tanto. El despacho centralizado comunitario que viene, hay ver cómo se hace y habrá que estar preparados; y no solo los operadores sino las aduanas, porque si no se van a ir todos los despachos para el norte de Europa. Este será el gran reto”.
“Me he quedado con las ganas de que fuera posible una carrera administrativa”
La única solución que ve el experto es que se ponga en marcha la Autoridad Única Aduanera. “Poner un único cuerpo aduanero con la central en Bruselas y que dependiéramos de él sería una solución, pero es complicado. Depender de cada autoridad hace que se distorsione el tema y se desvíe el tráfico. Tenemos una única legislación para todos y se tendría que aplicar con los mismos criterios. Aunque reconozco que los países no quieren perder soberanía sobre los funcionarios, así que el despacho centralizado va ser muy difícil”.
A nivel nacional, “la gente joven tendrá que coger las riendas. Hoy todo es informática, simplificación y armonización; pero yo todo esto lo veré desde la barrera. Después de 44 años, me jubilo tranquilo”.
Depósitos aduaneros
Pero antes de presentar el OEA a la comunidad portuaria, eslabón por eslabón, Pepe asumió otro reto: el de los regímenes aduaneros. La entrada de España en la Unión Europea fue el cambio más importante. El mercado común llevó, en 1986, a cambiar la legislación y autorizar los depósitos aduaneros; pero no fue hasta 1992 cuando se cambió de verdad apostillando que se autorizarían si se tenía necesidad de almacenamiento. “En el año 2000 me hice cargo de los depósitos y los multipliqué por cinco, los arreglé. Nos convertimos en la sección más puntera de España. Y de ahí salté al OEA. Ocho años estuve con el OEA y he de confesar que aprendimos sobre la marcha. Nunca había auditado a ninguna empresa. Y de ahí a Sumarias (tres años) y, finalmente, pasé a Origen, donde me jubilaré el próximo 3 de enero. He estado en todos lados en la Aduana: aeropuerto, Correos, Renfe, puerto...”
“El OEA, los depósitos y la formación me han dado visibilidad. He estado mucho de cara al público. Siempre he intentado echar una mano”
¿Se ha quedado con ganas de ascender? “Bueno... para hacerlo tenía que hacer una oposición de subinspector a inspector y volver a los exámenes... Sí que me he quedado con las ganas de que fuera posible una carrera administrativa, pero nuestro sindicato no lo ha conseguido”.
Por cierto, se puede afirmar sin miedo a equivocarse que Pepe es uno de los funcionarios más conocidos de la Aduana. “Sí, el OEA, los depósitos, el tema de la formación me han dado visibilidad. He estado mucho de cara al público. Siempre he intentado echar una mano”. ¿Ha hecho de padre de todos? “Sí, la verdad”, sonríe con alegría y nostalgia en la mirada. Termina la entrevista.
De troncos a contenedores
Y estando en Valencia, ¿cuáles han sido los grandes hits de la actividad?
Cuando llegué la mercancía llegaba en convencional, muy poco en contenedor. Fíjate ahora. También teníamos que mandar al guardamuelles con el mozo para que se abriera el tinglado y las cajas de madera (porque la mercancía llegaba así casi siempre) que íbamos a revisar. Obviamente, no había nada de ordenador, nosotros éramos los filtros. Y las revisiones que se hacían en muelle eran una aventura. El muelle Sur se conocía como “la selva”, porque se movía mucho tronco y estaban allí. Y con los troncos venían muchos bichos (incluidas iguanas gigantes)... así que ir acompañado por la Guardia Civil armada no era mal plan. Entonces se despachaban muchos troncos y pieles.