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El canal de Panamá está en el ojo del huracán

La política exterior de Trump es una mezcla de histrionismo y amenaza. El histrionismo es convertir a Canadá en el 51º Estado del país y llamar a su mandatario “gobernador Trudeau”, y la amenaza es recuperar el canal de Panamá. Es una importante vía fluvial que conecta los océanos Atlántico y Pacífico, lo que evita 13.000 kilómetros adicionales alrededor de la arriesgada punta de América del Sur. El Canal, de 52 kilómetros, atraviesa el centro de Panamá. Un país que ocupa la franja de tierra entre América Central y América del Sur. Cerca del 5% del comercio global atraviesa sus esclusas y el principal cliente es Estados Unidos con un 74% de la carga, seguido por China (21%). La veta de oro del Gobierno de José Raúl Mulino. Genera unos 4.000 millones de dólares (cerca de 3.850 millones de euros) de ingresos al año, de los que 2.500 millones van directamente a la Administración. La columna vertebral de un país que crece a la insólita tasa, para la región, del 6,5% al año gracias también a sus servicios financieros, el turismo, el comercio, la construcción y el transporte.

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Pero Trump no tiene mala memoria. En el año fiscal que terminó el 30 de septiembre de 2024 casi 10.000 barcos atravesaron el istmo portando 423 millones de toneladas de alimentos, minerales y productos manufacturados. Más del 40% de los bienes de consumo comercializados durante 2023 entre el noreste de Asia y la costa este de Estados Unidos se transportaron a través de sus esclusas. Mulino (debido a las últimas sequías sufridas) ha adelantado que este año subirá las tasas. Razón perfecta para que el presidente electo estallase contra “los desorbitados” precios que esta Administración cobra a sus barcos comerciales pero también de guerra. Donald Trump se queja de que China, además, está interfiriendo en las operaciones, y si Panamá “no puede asegurar las transacciones [a través de la Autoridad Portuaria] debe ser devuelto totalmente a Estados Unidos”. José Raúl Mulino ha argumentado lo esperable: que la soberanía no está ni en discusión y que al país le “ha costado sangre, sudor y lágrimas”.