No hay que ser un lince ni un experto en geopolítica mundial o conflictos internacionales para relacionar el alto el fuego en Gaza con una reversión de la situación en el Mar Rojo. Hablar de conflictos independientes significa no conocer ni un ápice el fondo de la historia, un mal demasiado común en nuestra sociedad actual.
Evidentemente, no hablamos de una relación causa-efecto, pero ni siquiera hay que explicar que, si se mantiene en el tiempo el cese de las hostilidades entre Israel y Hamás, los ataques indiscriminados de los hutíes podrían reducirse e incluso desaparecer.
Por el momento, los rebeldes ya han anunciado que van a limitar sus ataques a los buques “afiliados” a Israel, un concepto tan abstracto como etéreo, pero han advertido de que no descartan volver a ampliar sus acciones hacia cualquier bicho flotante que pase por ese angosto mar. No debemos olvidar que este grupo insurgente ha atacado más de 100 buques mercantes con misiles y drones desde que comenzó la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza
¿Quiere decir esto que se va a restablecer de forma inmediata la normalidad del tránsito marítimo en el Mar Rojo? Obviamente, no. ¿Están las navieras expectantes y haciendo sus números y especulaciones para volver a retomar sus viejas rutas transoceánica y abonar la navegación por el Cabo de Buena Esperanza? Por supuesto que sí.
A nadie se le escapa que el papel de los Estados Unidos en todo este asunto es más que relevante y es lógico pensar que el nuevo presidente norteamericano no va a dejar cabos sueltos que puedan perjudicar a su economía.
Cuando estornuda Trump el contagio se expande casi sin límite
El país norteamericano es el primer importador del planeta. Si bien es cierto que una gran parte de sus flujos comerciales proceden de las rutas transpacíficas, no debemos olvidar que sus intereses se extienden por cualquier rincón del globo, lo que para ellos implica contar con corredores libres de trabas. En este contexto, la situación del Mar Rojo y por extensión del Canal de Suez sigue siendo una piedra en el zapato para Trump.
Por supuesto, y no lo desarrollaré por no repetirme, el Canal de Panamá ha adquirido ya categoría de cuestión de Estado después de que Trump lo incluyera en su discurso de investidura, amenaza mediante.
Como decía justo antes de acabar el año pasado, 2025 va a traer cambios importantes en el sector del shipping a nivel internacional. Los “beneficiados” por el efecto del colapso del Mar Rojo deberían analizar cómo les va a sentar un posible regreso a la normalidad que, ahora sí, parece que llegará antes que tarde.
Exactamente igual que sucede con las noticias, la distancia hace que todo parezca un poco más difuso. Nuestra tendencia a querer ignorar lo que sucede un poco más allá de nuestras fronteras, es una excusa para matar la inmediatez y sacudirnos cualquier gramo de responsabilidad. El problema es que el mundo real las fronteras no son más que trámites administrativos y cuando estornuda Trump el contagio se expande casi sin límite ni discriminación.
En nuestro sector no es que debamos estar preparados para lo que pueda llegar, es que el que no esté ya preparado se va a quedar atrás. No podemos ignorar las señales que nos van llegando y que apuntan a una nueva reordenación del tráfico marítimo internacional. ¿Cuándo? Mejor pregúntese cómo.