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El “Irlandés Errante” no hubiera transitado hoy en día por el Mar Rojo

  • Última actualización
    21 enero 2025 05:20

“The Irish Rover” es una de las canciones populares irlandesas más importantes de las últimas décadas. Cuenta la historia de un buque mercante que parte del puerto de Cork en el año 1806 con un gran cargamento de ladrillos y demás materiales con destino al Ayuntamiento de Nueva York. Y junto ese cargamento, toda una tripulación y un grupo de hombres y mujeres en busca de una nueva vida en el nuevo mundo. Y a partir de ahí, todo son desventuras y penalidades. El “Irlandés Errante” pierde su rumbo entre la niebla, lo que le lleva a navegar y deambular por los mares durante siete años hasta que estalla el sarampión, reduciendo a sus integrantes a un marinero y al viejo perro del capitán. Tras un accidente, el barco zozobra, el viejo perro se ahoga y únicamente queda el narrador de la historia con vida. Hay muchas versiones de esta canción, pero les recomiendo la interpretada por The Pogues y The Dubliners.

Escuchando “The Irish Rover” estos últimos días, me dio por pensar en la evolución que ha sufrido el comercio marítimo internacional en los últimos siglos. Aunque es sólo una canción, lo cierto es que en los miles de viajes que los colonos europeos realizaron para llegar al nuevo mundo, en los buques se juntaban mercancías y personas que buscaban una nueva vida en aquel nuevo continente descubierto en el año 1492. Aunque había cartas de navegación, no era infrecuente que los buques perdieran el rumbo, sufrieran accidentes, o estallaran enfermedades, poniendo en seria duda el hecho de que pudieran alcanzar finalmente su puerto de destino. Aquellos que esperaban, obviamente, desesperaban, sobre todo por la falta de noticias, y además porque los costes asociados a las rutas alternativas para llegar a ese mismo destino descartaba por completo tomarlas.

Las navieras saben que tener una alternativa es preferible a un bloqueo indefinido de ese comercio marítimo internacional

Con el paso del tiempo, el auge de las nuevas tecnologías ha permitido un mapeo mucho más preciso de todos los mares y océanos y, consecuentemente, de toda las rutas marítimas posibles para legar desde un puerto “A” a un puerto “B”. El axioma de que “la información es poder” cobra una especial relevancia en un contexto como el actual, sobre todo para el comercio marítimo internacional. Desde la puesta en marcha del Canal de Suez (1869), las navieras saben que, para transportar mercancías desde Asia hasta Europa, la ruta del Cabo de Buena Esperanza es la más larga y, por lo tanto, la más costosa. Además, también saben que esta es una alternativa cuando ese canal ha sido intransitable en la historia reciente como consecuencia de guerras, bloqueos o extensiones de conflictos internacionales. Y saben que, aunque ese desvío sea más costoso en cuanto a mayor consumo de combustible y mayor tiempo de tránsito, y además suponga una clara alteración de los itinerarios de la mayoría de sus servicios marítimos en un momento inicial, tener esta alternativa es preferible a un bloqueo indefinido de ese comercio marítimo internacional.

Tener alternativas siempre es positivo. La cuestión es saber hasta qué punto es soportable mantenerlas. El anuncio de los rebeldes hutís realizado ayer de que sólo atacarán buques relacionados de manera directa con Israel rebaja un poco la tensión en el Mar Rojo, pero no acaba con ella. Y sólo el tiempo dirá si este anuncio es suficiente para que las grandes navieras vuelvan a tomar la ruta del Canal de Suez.