Desde hace más de un siglo las personas viajan en metro subterráneo, con las consiguientes ventajas que reporta, por lo que su aplicación al transporte de mercancías ha sido siempre una vieja aspiración de cara a alcanzar un sistema de transporte socialmente atractivo y logísticamente eficiente. Hoy en día, en todo el mundo, se transportan por oleoductos grandes volúmenes de productos químicos y petroquímicos entre puertos y complejos industriales, principalmente bajo tierra, de forma segura, fiable, rentable y con un impacto ambiental mínimo y también lo más eficiente energéticamente posible. Y las viviendas, comercios e industrias están conectados por tuberías de agua potable y alcantarillado, además de cableado.
El transporte de mercancías a través de tubos o tuberías no es nada nuevo. Ya en la segunda mitad del siglo XIX, los sistemas para el transporte de correo y paquetería se convirtieron bastante comunes en la mayoría de las ciudades del mundo. En estas redes postales neumáticas, que aún se utilizan en algunos comercios y grandes edificios, pequeñas cápsulas son impulsadas mediante presión de aire a través de tubos, alcanzando una velocidad de alrededor 35 km/h
París y Berlín tenían más de 400 kilómetros de redes urbanas subterráneas que estuvieron operativas hasta finales del siglo XX; en Praga, el sistema neumático incluso funcionó hasta 2002, cuando fue dañado por una inundación. En Estados Unidos, la técnica fue abandonada en los años 50, en favor de los camiones y las nuevas tecnologías. Y en París, el sistema se volvió muy sofisticado, con mejoras a diámetros mayores y la introducción de tráfico bidireccional y navegación automática.